Las relaciones que los seres vivos presentes en un mismo medio establecen entre sí abarcan una compleja y extensa gama: con frecuencia la existencia de una planta se ve condicionada por la presencia de hongos microscópicos y bacterias en el suelo o en las raíces (es el caso de las leguminosas), mientras en otros casos son los mamíferos quienes se encargan de limitar o favorecer el desarrollo de cierto tipo de vegetación. En la naturaleza las relaciones de convivencia presentan tres tipos distintos: simbiosis, parasitismo y competencia.
Ejemplo de simbiosis: un ermitaño carga una anémona de mar y aprovecha para su defensa los tentáculos de ésta, que a su vez es transportada por el crustáceo. |
- Simbiosis
La simbiosis tiene lugar cuando dos organismos conviven y se encuentran integrados en una relación equilibrada y recíprocamente favorable. Simbióticas son la relación entre las bacterias radicales fijadoras del nitrógeno y las leguminosas, o, en el reino animal, la que establecen el ermitaño y la anémona. El ermitaño es un pequeño crustáceo marino que para proteger su abdomen blando y delicado busca refugio en los caparazones vacíos de ciertos moluscos, sobre los que pueden instalarse otros organismos, como las anémonas de mar. A cambio de la protección que éstas proporcionan gracias a sus tentáculos urticantes, el ermitaño las transporta encima del caparazón, ofreciéndoles la oportunidad de proveerse de alimento seguro en los paseos cotidianos.
Son posibles también las relaciones de provecho mutuo entre animales y vegetales, como la simbiosis que se establece entre la hidra verde y determinadas algas unicelulares. Estas diminutas algas se instalan en el interior del celentéreo, donde encuentran protección, y utilizan el anhídrido carbónico que genera la respiración del animal, para el cual son indispensables el oxígeno y las sustancias orgánicas que producen las algas.
En el aparato digestivo de muchos animales, especialmente los que se nutren de celulosa y madera (como es el caso de algunos insectos), viven colonias enteras de hongos y bacterias que facilitan con sus enzimas la digestión de estos nutrientes, que de otro modo no podrían ser disueltos. Son célebres los casos de las plantas mimercófilas, amigas de las hormigas, a las que acogen con duradera hospitalidad: se trata de la cecropia y la acacia cornígera de Brasil. La primera alimenta a las hormigas con unos pelos especiales que se encuentran en la base de los pedúnculos foliares, mientras que la segunda les ofrece como alojamiento sus grandes espinas en forma de cuerno, huecas por dentro y provistas de un agujero, en cuyo interior sus huéspedes se alimentan de las sustancias azucaradas que la planta segrega. A cambio de tan generosa hospitalidad, las hormigas protegen a las plantas de los ataques de otros insectos, en especial de las demás especies de hormigas.
+ Comensalismo
Sin embargo, las relaciones simbióticas no siempre ofrecen ventajas para las dos especies implicadas: en ocasiones es una sola la especie beneficiada, sin que la otra sufra ningún daño. En tal caso se habla de comensalismo, como ocurre con algunas arañas e insectos que viven cerca de las hormigas y las termitas, y aprovechan las sobras de sus alimentos.
- Parasitismo
La situación diametralmente opuesta a la simbiosis es el parasitismo, una relación característicamente unilateral en la que solamente uno de los dos implicados se beneficia de la relación, siempre a expensas del huésped, que puede sufrir daños incluso irreparables si no reacciona ante la intrusión. Entre los muchos parásitos que atacan a los vegetales se encuentra la cuscuta, una planta herbácea parásita del lino, la alfalfa y el trébol. La peronospora de la vid es un hongo parásito que puede ocasionar daños de mucha gravedad en los viñedos, al provocar la muerte de las hojas, tras infiltrarse en los tejidos de éstas y absorber los nutrientes destinados a las células. También el hollín o herrumbre es un parásito que provoca graves perjuicios a la agricultura, pues las hojas y tallos afectados por este hongo, tras cubrirse de manchas de color herrumboso, terminan por morir.
+ Tipos de parásitos: temporales y permanentes
El hombre, y en general los animales, también pueden verse afectados por parásitos que causan graves y molestas enfermedades. Las sanguijuelas y mosquitos son parásitos temporales, mientras que el ácaro de la sarna y la ascáride, que viven de manera estable a expensas de sus huéspedes, son parásitos permanentes.
- Competencia
El tercer tipo de relación es la competencia, es decir, la lucha que se establece entre especies idénticas o distintas para conseguir alimento o para establecerse en un territorio.
Por lo general toda especie tiende a ocupar un área bien delimitada en la que puede reproducirse y encontrar el alimento necesario para sustentarse. A pesar de ello, no son pocas las situaciones en que distintos individuos deben competir por motivos de organización, estructura o medios de vida: baste pensar en la plantas de un bosque que luchan entre sí para conseguir luz solar, las sales minerales del subsuelo, el agua y el espacio, o en las luchas periódicas que en determinadas estaciones libran algunos animales para conquistar a las hembras o para conseguir el control de los recursos alimenticios que ofrece un territorio.
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